Al principio de cada película, hay una idea. Puede surgir en cualquier momento, de cualquier fuente. Puede surgir mirando a la gente en la calle o pensando solo en la oficina. También puede tardar años en llegar. He conocido esos periodos de sequía. Lo que necesitas es encontrar esa idea original, esa chispa. Y, en cuanto la tienes, es como ir de pesca: usas la idea como cebo y atrae a todo lo demás. Sin embargo, como director, tu prioridad principal es mantener la fidelidad a esa idea original.
Te tropezarás con muchos obstáculos y el tiempo puede borrar muchas cosas de tu mente, pero una película no está acabada hasta que deja de haber un plano más por montar, un sonido más por mezclar. Todas las decisiones importan, por muy nimias que sean. Y cada elemento puede hacerte avanzar o retroceder un poquito. Tienes que estar abierto a nuevas ideas, pero, al mismo tiempo, siempre debes mantener la concentración en la intención original. Es una especie de patrón con el que puedes poner a prueba la validez de cada nueva sugerencia.